
Empleos verdes y tecnologías agrícolas sostenibles
El caso de la producción de quinua en los países andinos
DOCUMENTO TÉCNICO l Beatriz Muriel, Javier Aliaaga & Lucía Garcia l Julio 2025
En los países andinos, cerca de un tercio de las personas ocupadas trabaja en la agricultura familiar, actividad esencial para garantizar la seguridad alimentaria y sostener las economías rurales. Sin embargo, este sector enfrenta desafíos significativos: altas tasas de empleo precario, bajos ingresos y vulnerabilidad frente al cambio climático. Por eso, cualquier estrategia para construir un futuro del trabajo más justo, productivo y sostenible debe responder una pregunta central: ¿cómo podemos transformar los empleos rurales para que sean más productivos, verdes y menos precarios?
¿Puede la producción de quinua impulsar la creación de empleos verdes?
La producción de quinua en Bolivia, Perú y Ecuador, principales países productores, es un caso clave para analizar esta transformación. La transición hacia una agricultura más verde, a partir de un mayor uso de tecnologías y prácticas sostenibles, puede dinamizar la actividad agrícola y generar empleos de calidad, incluso agricultura familiar de pequeña escala. Pero, ¿cómo impulsar la adopción de estas tecnologías y prácticas en contextos rurales? Desde Sur Futuro junto con el Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), abordamos esta pregunta a partir de cuatro pilares:
Desarrollo de una taxonomía pionera de prácticas y tecnologías agrícolas sostenibles para identificar el trabajo verde en la agricultura familiar.
Evaluación del grado de adopción de estas prácticas en Bolivia, Perú y Ecuador.
Identificación de factores que limitan su adopción, tanto internos como externos.
Análisis con perspectiva de género para detectar barreras específicas que enfrentan las mujeres productoras.
¿Cómo sabemos que estamos ante un empleo verde en la agricultura familiar?
Reconocer el empleo verde en la producción agrícola –especialmente en la agricultura familiar– sigue siendo un desafío, ya que no existen definiciones ni metodologías definitivas para identificarlo.
El estudio propone una definición de empleo verde adaptada al contexto de la agricultura familiar andina, basada en dos criterios fundamentales: que la actividad sea compatible con el cuidado del ambiente y que genere ingresos justos, estables y sostenibles para quienes las realizan. Este enfoque se basa en la definición de la Organización Internacional del Trabajo, pero se ajusta a la realidad de las pequeñas unidades productivas, donde no existen relaciones laborales formales o un empleador responsable, y donde las actividades productivas se fusionan con las responsabilidades del hogar.
Al mismo tiempo presenta una taxonomía de 15 enfoques de agricultura sostenible diseñada para identificar aquellas actividades que logran una producción que respete el cuidado por el medio ambiente. Estas prácticas combinan saberes tradicionales, avances tecnológicos e innovación para reducir los impactos ambientales, aumentar la resiliencia climática, optimizar el uso de recursos y mejorar la productividad, siempre con la premisa de cuidar la tierra y las personas que la cultivan.

Ahora que sabemos identificarlas, ¿cuál es el nivel de adopción de las tecnologías agrícolas sostenibles?
En los tres países, la adopción de prácticas sostenibles para el cultivo de quinua sigue siendo baja, aunque comienzan a verse señales de cambio. Nuestro análisis —basado en encuestas, datos cuantitativos y diálogos con productores y especialistas— revela una incorporación parcial de nuevas tecnologías, avances desiguales y desafíos compartidos para mejorar la sostenibilidad de la actividad.
Los avances se concentran en cinco prácticas clave: manejo del suelo, selección de semillas, uso del agua, control de plagas y cosecha. Aunque aún predominan los métodos tradicionales, algunos productores ya incorporan estrategias más sostenibles —como abonos orgánicos, labranza mínima, barreras vivas, semillas certificadas y riego por goteo—, sobre todo quienes buscan certificaciones para exportar.
Sin embargo, persisten obstáculos: el acceso a semillas certificadas sigue siendo limitado, el uso de pesticidas continúa en la producción convencional y muchas zonas enfrentan dificultades para conservar la humedad del suelo y mejorar la eficiencia hídrica. La cosecha, por su parte, combina técnicas manuales y mecanizadas, con avances dispares entre países.
Ahora que sabemos identificarlas, ¿cuál es el nivel de adopción de las tecnologías agrícolas sostenibles?
Si las prácticas y tecnologías agrícolas sostenibles mejoran los rendimientos de la tierra y los ingresos de las familias productoras, ¿Por qué su adopción sigue siendo limitada?
Las mesas de diálogo y las encuestas a productoras y productores muestran que estas decisiones se toman con mucha incertidumbre climática, económica y técnica. En estos contextos la seguridad de lo conocido se valora más que la promesa de mayor rentabilidad y sostenibilidad futura. El documento identifica dos grandes grupos de factores que intervienen a la hora de adoptar una tecnología sostenible.